Artículo de opinión del director de CMS MAG, Jorge Mediavilla
Alguien -no sé quién- dijo que las mejores cosas de la vida no son cosas. Un libro de reciente lectura me indicó algo parecido al aconsejarme que en el ocio no invirtiera en cosas, sino en experiencias. Las cosas van y vienen, se deterioran, te hacen sufrir, sobre todo si son muy costosas y requieren mucho mantenimiento y atención, pero las experiencias dejan huellas imborrables en la memoria de los que las viven.
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Esto mismo es aplicable a las empresas. Hace unos años, una opinión versada y experimentada bastaba para justificar cualquier esfuerzo o inversión. Y si luego la cosa salía mal, pelillos a la mar, otra cagada del jefe y a seguir remando. Esto, obviamente, es indefendible.
Hoy en día todo se mide todo -o al menos se intenta – y lo que no se puede medir, se ignora, no importa, es gasto.
Hoy en día todo se mide todo -o al menos se intenta – y lo que no se puede medir, se ignora, no importa, es gasto. La tecnología -Internet- nos ha llevado a pensar que si no se obtiene algo tangible (una cosa) de cualquier acción, si no genera un clic o una venta, es perder el tiempo y dinero (al margen está el tema de la calidad de los datos, pero esto es harina de otro costal). Pensar que todo es perfectamente medible es también indefendible.
Si alguien nos fascinó con su manera de llevar empresas fue Steve Jobs y no se basaba precisamente en las matemáticas.
No quiero hacer una encendida y decidida defensa de los intangibles aquí hoy, sino más bien proponer el camino de en medio, el justo medio. Si alguien nos fascinó con su manera de llevar empresas fue Steve Jobs y no se basaba precisamente en las matemáticas, sino que estaba mucho más interesado por la tipografía, el diseño y la belleza. ¿Cierto?
Hay que medir, pero también hay que dejar margen a la creatividad y la inspiración; siempre con rendición de cuentas, por supuesto. A veces hay que crear productos o diseños simplemente porque uno, sin datos, piensa que a la audiencia le va a dejar una gran impresión.
Nunca he tenido animales ni tampoco me gustan mucho, pero me encantaba de una forma bastante extraña el programa El encantador de perros de César Millán. Contaba este buen hombre que cuando comenzó a trabajar muy joven en una peluquería canina su jefe le decía que lavara y arreglara a los perros a toda velocidad, como mandan los cánones del capitalismo, sin reparar demasiado en el bienestar del animal.
Mi propuesta es que hagas algunos artículos para dar de comer al Imperio del monopolio digital a ver si te cae buen tráfico, pero también piezas de calidad, por gusto periodístico.
Pues bien, este hombre decidió, dado su amor por los animales, que no podía trata a todos los perros como cosas, pero tampoco podía desobedecer a su jefe, así que decidió lavar a un perro rápido y al siguiente como Dios manda (lo cual requería sensiblemente más tiempo hasta que el animal perdía el miedo y la ansiedad) y así sucesivamente.
Mi propuesta es que tú hagas lo mismo con tu trabajo periodístico, haz algunos artículos para dar de comer al Imperio del monopolio digital a ver si te cae buen tráfico (preferiblemente usando la IA generativa para intentar no perder demasiado tiempo, porque en realidad casi nadie lee en Internet, como mucho se escanea) y haz otras bien, de calidad, por gusto periodístico, sin importar demasiado el tráfico, pero sin dejar de medir y sacar conclusiones.
Tómate tu tiempo para conseguir información de calidad, original, y muéstrala con un diseño rompedor aunque no acabe de cumplir con las Core Web Vitals. Gústate por amor al periodismo, disfruta, informa con pasión y calidad y los lectores lo notarán (o eso prefiero pensar). Este artículo, precisamente, ha sido realizado siguiendo estos parámetros.






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